¿Por qué vas a la frontera? No hay población ni votantes. No hay adherentes, menos oponentes. No hay más prensa que la que convocas. No hay un escenario, un podio, no debes dar un discurso, exponer tus argumentos a una masa interesada en conocer tus propuestas, escuchar ni tocar a alguien.
Te paseas, en ese paisaje escaso de humanos. De vez en cuando levantas el brazo, apuntando a un lugar inmenso en el horizonte, debemos imaginar que, dando alguna idea, una solución, a tus partidarios locales.
Luego de un rato de caminata, te detienes al punto de prensa… Y en ese lugar que consideras inseguro, carente de medidas efectivas, groseramente permeable, ahí en ese lugar, tú te sientes tranquilo, sólido, puedes decir sin resistencias, sin contra preguntas, expresarte sin límites.
La frontera es para ti proyección, fuerza, es la posibilidad de llegar desde ahí a lo que sueñas “una posición más favorable”.
¿Lo ves? La frontera es para ti lo mismo que para los migrantes, el pórtico hacia ese algo mejor.
Te paras ahí con soberbia, pero ¡qué paradoja! Te paras ahí por los mismos motivos que arriban los despreciados en su tierra, esos otros que prometes ahuyentar, esos otros a quienes habiendo atravesado irregularmente les adviertes “les quedan 111 días para abandonar nuestra nación”.
La frontera es esperanza, -y no lo reconocerás nunca- pero es también tu esperanza, de que, desde ahí, se te perciba determinado, implacable.
Es tu esperanza de no necesitar más que crear escenas efectivas, de que emitiendo declaraciones tajantes en paisajes en que no estamos quienes nos debemos convencer… finalmente, lo consigas.


